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La muerte de Aitana, a consecuencia de un fuerte golpe en la cabeza, le ha arruinado la vida a un muchacho acusado falsamente de haberle dado muerte. Pero Mercedes Roldós, consejera de Sanidad, dice que no pedirá disculpas a nadie. Su argumento muestra una dosis importante de insensibilidad burocrática: según ella, quienes dieron el primer dictamen sobre la muerte de la niña siguieron el protocolo establecido para estos casos y punto. Lo de menos para ella, por lo visto, es lo ocurrido, la metedura de pata; lo importante es el protocolo y si éste falla no es culpa de nadie; ni siquiera del protocolo, oye.


No les hablo, de vergüenza que me da, de la filtración a los medios ni de cómo éstos se entretuvieron para vender en crucificar a quien resultó ser inocente. Tampoco les diré de la entrevista que la radio y la TV canaria, la autonómica, difundieron con el protagonista del suceso; a traición y a pesar de trincarlo sedado hasta las cejas para seguir exprimiéndolo y alimentar el degradante morbo. Y encima la directora de informativos, Teresa Cruz, proclama que el entrevistado accedió libre y voluntariamente a hablar. Debería juntarse con Roldós y montar el sindicato de damas sorianas. ¡Qué gente, Dios mío!
Imagino que el mismo protocolo le aplicaron al joven que murió hace unas semanas de un tumor cerebral no detectado a lo que se añade a una serie de asuntos de parecidas características pero menos notorios, aunque se hable de ellos por ahí, para ilustrar el alarmante deterioro de la sanidad pública canaria que no cabe atribuir a sus profesionales sino a la política privatizadora del Gobierno que trata de sacar adelante con su proverbial ineptitud aprovechando la ignorancia y la resignación fatalista isleñas. Creo que va siendo hora de que alguien se tome esto en serio y se ordene una investigación en regla, desde el uso de los presupuestos y la financiación de las clínicas privadas antes de que sea demasiado tarde. Estas cosas no ocurren porque sí y no puede tolerarse la arrogancia de Roldós que ni siquiera da explicaciones.
Otro despropósito es lo de Aminatu Haimar. Dice el cónsul marroquí que le daría de inmediato el pasaporte marroquí si le pide perdón primero al rey Mohamed VI. No he logrado averiguar de qué deberá pedirle perdón. La tuvieron cuatro años “desaparecida”, la torturaron, ahora le quitan el pasaporte, la largan en Lanzarote y encima le exigen que pida perdón a su verdugo. Y la multan, oyen, por desorden público.
Por si fuera poco, dicen que detrás de ella está el Polisario. Si querían sorprendernos, bien pudieron decir que sigue instrucciones del Frente Esquimal de Liberación o que es caballera teutónica. Nadie ignora que Aminatu es una activista saharaui y aunque no sé de sus relaciones con los polisarios, pues defiende una salida pacífica al conflicto sahariano cada vez más difícil, imagino que estará más cerca de sus compatriotas que de los mentados esquimales. Es cierto que con su actitud ha vuelto a poner sobre la mesa la cuestión del Sahara que se estaba apagando en la percepción de las potencias llamadas a actuar. Empezando por España. Les viene muy bien a los marroquíes que la opinión internacional se acordara cada vez menos del Sahara y han sido muy torpes al poner en evidencia su escaso respeto por los derechos civiles que le han llevado a esta situación. Fue Rabat quien le hizo el regalo al Polisario porque no creo que Aminatu tuviera previsto lo que le ocurrió al llegar a El Aaiún y que la llevó a plantar cara.
Otra dama de la cofradía soriana, Rita Martín, consejera de Turismo, se unió a la cadena de despropósitos a cuenta de Aminatu. Le preocupa el daño que pueda causarle al turismo y asegura que no es un aeropuerto el sitio adecuado para estas cosas. A lo mejor, debería el Gobierno acotar un espacio en cada isla para que lo utilice quienes deseen ponerse en huelga de hambre. Con su horario y días hábiles.