La estancia de la activista Haidar en Lanzarote se está complicando, quizás, mas de lo previsto por la diplomacia española y marroquí. La última propuesta de ambos gobiernos de ofrecerle un nuevo pasaporte o ser refugiada de la ONU en España, también ha sido rechazado por la disidente y mantiene su huelga de hambre, contribuyendo de esa forma a su fervor patrio.
Entiendo que la raíz del problema fue originado por el propio Ministerio de Exteriores español que con un cálculo “desatinado” permitió la entrada de una persona extranjera sin pasaporte, cuando, incluso, las autoridades españolas tenían conocimiento de que la gendarmería marroquí en El Aaiún le había retirado la documentación, en el propio aeropuerto de la antigua colonia española, por lo que fue expulsada, al parecer porque la ciudadana saharaui había renegado de la nacionalidad marroquí.
Este hecho situó a la activista en un “limbo” jurídico porque incluso tampoco quiere solicitar “asilo político” a España; con esta actitud se produce un vacío legal que, entiendo, traspasa incluso a las autoridades española por lo que deben de actuar organismos internacionales como la ONU, para darle una salida satisfactoria a Aminatu Haidar, en estado delicado por su huelga de hambre. Precisamente, este hecho está teniendo una repercusión internacional y sensibilizando a mucha gente e instituciones que instan a Madrid y Rabat una salida airosa para Haidar, por cuestiones humanitarias. Bien es cierto que el ministro Moratinos dice que “más no podemos hacer”, se refiere a si Haidar no acepta los ofrecimientos de ambos gobiernos que, precisamente, la propia Unión Europea apoya. No obstante, el Consejo General de la Abogacía Española denuncia al Gobierno Español de incumplir la Ley de Extranjería, el Código Penal, la propia Constitución y los Tratados Internacionales, ratificado por el Reino de España. De pena.
Después de 34 años de la descolonización del Sahara Occidental Español todavía es un problema abierto, si bien el Reino de Marruecos es ahora el que administra la región, a la espera de una solución pacifista y donde marroquíes y saharauis puedan convivir en paz. Ya todo el mundo conoce que la política internacional es muy compleja y el conflicto existirá si los organismos internacionales no se involucran para encontrar una salida que, según mi opinión, pasa por una plena autonomía, siempre bajo la soberanía del reino alauita. Pensar en lo contrario, pensar en la autodeterminación me atrevo a exponer que es utópico, por no decir imposible. La situación geopolítica y los propios recursos minerales que cuenta el Sahara es un impedimento para recibir el visto bueno de potencias como EE.UU., Francia -con mucha influencia en el territorio- y otros países occidentales, para permitir un estado independiente, con salida al Atlántico y donde Argelia y Libia, jugaría un papel primordial en la hipotética nación que aspiran los saharauis hostiles con el Reino de Marruecos. Así que soñar, afortunadamente, no está prohibido, pero la realidad y el pragmatismo se imponen a la hora de evaluar la mejor salida para un conflicto que ya se eterniza.
Canarias debe de tener buena vecindad con Marruecos que es un estado soberano y también tener buenas relaciones con los saharauis que buscan su “liberación” pero nosotros poco o nada podemos hacer cuando ni la ONU después de tantos años ha encontrado una solución. El caso de Haidar es una anécdota en el complejísimo contexto de las relaciones internacionales. Las reivindicaciones saharauis pueden ser plasmadas si se acepta la generosidad de Mohamed VI que ha brindado la oportunidad de que los saharauis posean una amplia y plena autonomía. En mi opinión esta decisión tiene mucho más futuro, es más segura y alejaría tentaciones de otros países árabes de implantarse en el Sáhara Occidental. Jerónimo Saavedra, como buen futurista, es un defensor a ultranza de la autonomía y ya desde hace 20 años –se dice pronto- hizo entrega del Estatuto de Canarias, traducido en francés al anterior Rey de Marruecos, Hassan II.
Es posible que los culpables de la descolonización de la antigua colonia española tuvo sus responsables –con sobornos y sobornados incluidos- pero volver la vista atrás ya de poco sirve cuando lo que urge es que los saharauis que viven en los campamentos de Tinfud salgan de la pobreza y el subdesarrollo y puedan establecerse en su “tierra” dentro de en un estado soberano –Reino de Marruecos- que le ofrezca bienestar y futuro para las nuevas generaciones.
La causa saharaui es posible que no tenga fin.
Porque dejando al margen los intereses internacionales, territoriales y económicos, lo que si está claro que hoy vivimos en un mundo globalizado y hay que alejarse de clichés y perjuicios para buscar la unificación de los dos pueblos saharaui y marroquí con el objetivo de evitar tragedias y conflictos.
Ya decía el arabista Muhammad Chakor: “No quiero ventanas hacia el futuro, prefiero puertas abiertas en el presente”.
Años después todo sigue igual. ¿Vale la pena seguir? Se lo pregunto al buen pueblo saharaui. Sinceramente, le deseo mucha suerte.