a babor

Vaya por delante: si el portavoz -o quien sea- quiere gastarse los cuartos en una campaña de afirmación nacionalista, camuflada bajo las formas de una reivindicación del ser canario, tiene todo el derecho a (asumir el riesgo de) hacerlo. Que se le ocurra empezar con el asunto justo a un año de las elecciones resulta más bien tirando a sospechoso, pero a estas alturas la sospecha forman parte del juego, y a Esteban Morales le pagan el sueldo precisamente por hacer lo que hace. En fin: Yerai puede seguir mirándonos con sus ojos pícaros desde las páginas en cuatricromía (o B/N) de los periódicos y seguir contándonos que el signo distintivo del ser infantil canario es lo mucho que le gusta ir al colegio. Y detrás de Yerai pueden venir Ruimán, Gara, Zebenzui, Guasimara, Raico o -si me apuran- hasta la pobre Guayafanafaina, a quien sus desalmados padres bien podían haber llamado Pino, Ruth o Candelaria. Pero vengan los que vengan, por mucha sonrisa y mucha complicidad que le echen al asunto, no podrán convencernos de que Canarias «se constituyó en Comunidad Autónoma como expresión de su autogobierno». Y es por ahí por donde empieza el Estatuto.
Ocurre que hasta las leyes importantes son superación y negación de la historia. Cuando a Canarias la constituyeron las Cortes españolas en Comunidad nada menos que Autónoma (Yerai no puede recordarlo, sólo tiene cinco años…), todo lo que olía a autogobierno, nacionalidad o nacionalismo era considerado tabú por los mismos que ahora se persignan arrebolados cuando se habla de autogobierno. Pero del 80 al 82, mientras se discutía el Estatuto, hablar de autogobierno era hablar de las estrellas verdes de la UPC bailando al son del licenciado Cubillo. Las clases dirigentes de las islas no apostaron por el autogobierno ni por asomo, más allá del obligado par de ‘primadonnas’ de recetario. Los próceres de la derecha hoy nacionalista no podían apostar por la patria canaria, porque no tenían tiempo: andaban todos dándose codazos por los gobiernos civiles y los pasilllos del poder, cerrando su reelección en las listas ucedeas. Mientras aquí los había que se la jugaban a policías y demócratas, ellos andaban haciendo la pelota al mesetario.
Ahora reescribimos la historia. Pues qué bien: si se trata de eso, cada maestrillo tiene su propio libro. En el mío está escrito que en el 81 hubo quienes apostaron por la Autonomía de vía lenta, porque era lo que quería Madrid. Ahora están en el Gobierno y han cambiado de opinión. Eso se llama progreso. Lo que jode es que sean precisamente ellos quienes reparten la patente.

Colchón:
Detrás de Yerai pueden venir Ruimán, Gara, Zebenzui, Guasimara, Raico o hasta la pobre Guayafanafaina, a quien sus desalmados padres bien podían haber llamado Pino