a babor
En el prólogo del ‘Manifiesto Comunista’, Marx y Engels fanfarronean sobre el miedo provocado en las Cortes europeas ante el avance del comunismo: «un fantasma recorre Europa», dicen al alimón don Carlos y don Federico, y luego se explayan fabulando con exageración y tremendismo sobre el brívido de terror que sacude a las testas coronadas y los prohombres de la aristocracia gobernante ante la creciente influencia de la Internacional. En realidad, Europa sólo se enteró de la que se le venía encima a finales de la guerra del 14, cuando el espartaquismo alemán y el bolchevismo ruso pusieron el continente más bien patas arriba. Pero sesenta años antes, lo del terror enseñoreándose de Europa le quedó muy literario a Marx y Engels.
A lo mejor ha sido por eso, o por formación académica (mi generación se intruyó en el marxismo universitario), o quizá por muy lejana identificación ideológica del personaje. La cosa es que lo primero que me ha venido a la cabeza tras el balance de las reacciones ante el anuncio de que Mauricio quiere volver a la política regional, ha sido precisamente la introducción del ‘Manifiesto’ describiendo el terror generalizado ante el avance del comunismo. Porque ayer mañana, tras las revelaciones mauricianas, andaba el personal (político, se entiende), padeciendo los síntomas del terror: temblores, taquicardias, diarreas y mareos generalizados conformaban en las horas matutinas la pandemia del pavor masivo ante el anuncio del (in)evitable regreso.
La verdad es que no entiendo el porqué del horror: que Mauricio quiera ser consejero es (casi) una buena noticia. Primero, porque quizá sirva para que nuestro político más característico abandone sus reflejos de estrella y sus manías de lobo estepario. No creo que la disciplina del Gobierno vaya a convertirle en un corderito, pero a lo mejor -al estar metido con otros en un mismo corral- se obliga a sí mismo a balar en sintonía, y nos evitamos una ‘crisis dialéctica’ cada vez que Mauricio abre el hocico. Además, su vuelta tiene la enorme ventaja de que aquí abajo nos hacen falta unos cuantos buenos encantadores de serpientes: si sustituye a Bonis, por ejemplo, podrá reducir la factura sanitaria, convenciendo a los enfermos de que en realidad no lo están. Y si es consejero de Educación, con Mauricio se acabarían los problemas con los enseñantes: seguro que no pondría ningún inconveniente para negociar con ellos. Y les ganaría. Por agotamiento.
Por eso no entiendo el miedo al regreso de Mauricio. Es más: si necesita firmas para convencer a los suyos, desde aquí le presto la mía.
Colchón:
Tras el anuncio del regreso de Mauricio, anda el personal padeciendo los síntomas del terror: temblores, taquicardias, diarreas y mareos