a babor

Me llama un lector y hago fiesta: a fin de cuentas, sólo tengo dos incondicionales, mi madre y el bendito Max Trapero. Max me mandó una vez la carta más decididamente afectuosa que he recibido. La enmarqué y la tengo todavía colgada en mi despacho. Suelo leerla cuando me deprimo. Max no sabe cuanto he ahorrado en terapias gracias a él. Pero basta de literatura: les cuento que cuando me llaman me entra el contento, incluso cuando me llaman para ponerme a caldo. Es así porque el periodista prefiere esa forma refinada de atención que es el odio, a la ignorancia. Pero ayer, después de hablar con un viejo amigo, lector ocasional, no logré sentirme feliz.
Me llamó para preguntar porqué he pasado de puntillas sobre el ‘affaire’ del periodista Chaves, alrededor del cual se ha montado un escandalete provinciano con ribetes de ‘watergate’ local. Empezó la cosa con unas declaraciones del consejero de Hacienda, acusando a un periodista -al que no identificó por su nombre- de haber intentado extorsionarle a él, a Adán Martín y a Manuel Hermoso. Al final, y después de un par de semanas de ruidos y silencios, tuvo que ser Olarte quien revelara públicamente lo que todos sabíamos: «El extorsionador» -dijo Olarte- «es un tal Chaves, de Tenerife».
A partir de ahí se organizó una buena. Sobre todo en Tenerife, donde Chaves ha campado -y acampado- en la más absoluta de las impunidades durante años y más años. Políticos y empresarios tinerfeños -algunos de ellos los mismos que ahora le repudian- crearon el ‘fenómeno Chaves’ y su correlato de envilecimiento profesional. Durante años, el ‘estilo Chaves’, basado en el insulto, la absoluta falta de respeto a los hechos, la agresión, la maldad y finalmente la extorsión pura y dura, penetró la sociedad tinerfeña, llegando a identificar a los periodistas con asaltacaminos armados con el trabuco de su oficio. El daño causado por Chaves al periodismo tinerfeño es enorme, tan grande que todavía hoy, cuando políticos y empresarios se rasgan las vestiduras ante un fenómeno que alimentaron, la profesión se escuda en una pretendida neutralidad, que es sólo la suma de resabios corporativos, mala conciencia y cobardía.
Yo también he participado de ese silencio, y he intentado explicármelo en términos de conciencia: empecé en esta profesión a la sombra de Chaves, con él trabajé durante algo más de un año, y de él aprendí lo más valioso que sé, que es -precisamente- lo que nunca debe hacerse. Porque trabajé con él sé que Chaves insulta, manipula, agrede, hace daño y extorsiona. Y también porque rompí violentamente con él pense que no debía opinar.
Hoy me decido a hacerlo. Porque un lector me ha recordado que no sólo soy responsable de lo que digo. También lo soy de lo que callo.

Colchón:
Fueron los políticos y los empresarios tinerfeños quienes crearon el ‘fenómeno Chaves’ y su correlato de envilecimiento profesional