a babor

La pregunta: ¿Es Nardi Barrios miembro del comité de huelga de los funcionarios de Justicia? La respuesta: No, pero con frecuencia lo parece.
Ocurre con nuestra diputada más marchosa que le va la guerra, casi cualquier guerra, y su vocación de obús la lleva a apuntarse al primer bombardeo que le ofrecen. Sus declaraciones criticando el proceso de transferencias en Justicia (un proceso pactado entre el Gobierno de Canarias -CC-PP- y el de Madrid -PP-PP-), o las más recientes acusando a Olarte & Cíe (Jaime Rodríguez) de ser «los responsables del deterioro de la Administración de Justicia en Canarias», resultan cuando menos cínicas. A fin de cuentas, el Ministerio depende hoy del mismo partido en el que milita doña Nardi, y no puede decirse que su comportamiento en las negociaciones se caracterizara precisamente por la generosidad. Eso a doña Nardi le importa poco: a ella lo que le interesa es salir en los papeles, sean o no cuché. Si los problemas se arreglan, bien. Será gracias a sus oportunas intervenciones. Y si no, pues también bien: quedará claro que la culpa es de Olarte & Cíe. Tanto da que en el entuerto se acabe apoyando la posición de los sindicatos (más dinero que el resto de los funcionarios de Justicia de España), o que se aplauda una huelga exclusivamente económica que no entiende nadie.
¿A quién beneficia doña Nardi con su comportamiento? La verdad es que -lejos de aventurar una actitud corporativa en nuestra diputada/abogada-, lo más razonable resulta crecer que doña Nardi es sólo una muestra más del doble lenguaje que utiliza el PP en sus relaciones con Coalición Canaria, a saber: rasgamiento de vestiduras por las acusaciones de deslealtad, acompañada de deslealtades puras y duras, protagonizadas en la mayoría de los casos por los diputados canarios de la claqué conservadora. Doña Nardi, Pepe Jiménez y el diputadín Medina actúan como avanzadilla guerrillera de un PP que en Madrid se deshace en elogios y en Canarias intenta sobrevivir con las menores complicaciones posibles. En la esquizofrenia política que suele caracterizar los pactos y acuerdos de gobierno entre partidos que se disputan el mismo electorado, los diputados populares al Congreso han quedado en una suerte de limbo político y social en el que ni son oposición (no pueden oponerse a ellos mismos, que son los que gobiernan el país), ni son Gobierno (porque en Canarias se les recuerda permanentemente que en el Gobierno de aquí abajo ellos no pintan nada).
Jaleados por un PP con tendencias beligerantes y sin el control del roce diario con sus socios nacionalistas, la tropa del PP en el Congreso se debate entre no hacer nada (opción muy agradecida, pero poco lucida) o hacer el burro. Y en ésas están.

Colchón:
En la esquizofrenia política de los pactos, los diputados populares al Congreso han quedado en una suerte de limbo político y social en el que ni son oposición ni son Gobierno