a babor

El secreto nos ha sido revelado: Victoriano Ríos no es -como todos temíamos- la reencarnación de Secundino Delgado en buda archipielágico finisecular. Tampoco la reencarnación de un viejo tupamaro cruzado con león marino, ni la de un patricio romano (de la familia Claudia-Julia), al que en tiempos no tan lejanos un Cicerón irredento y ‘extorsionador’ le escribía discursos más bien cursis. Las últimas declaraciones de Victoriano demuestran que -si bien es posible que en vidas anteriores fuera prócer Claudio, guerrillero montaraz o el mismísimo Secundino-, en su última y más reciente vida anterior a la que ahora le habita, andaba empeñado el hombre en construir el santuario de Torreciudad y en redactar consejos morales para uso de gentes fieras.
Y es que del ‘Camino de perfección’ de monseñor Escrivá de Balaguer a la búsqueda de la perfección en el nacionalismo canario que -según Victoriano- persigue el PNC, no hay más que una sutil diferencia: monseñor era partidario de ponerse él y los suyos los cilicios, mientras Victoriano y sus apadrinados lo que pretenden es ponérnoslos a los demás. En el cerebro.
La cosa es que Victoriano volvió a defender ayer al PNC: «no existen personalismos», dijo. Y es verdad que no existen muchos, apenas dos. También justificó la ausencia del PNC de la ‘megajuerga’ coalicionera, esa convención que organizan los mil y pico para saludar la llegada del verano: la inasistencia del PNC se adoptó de común acuerdo, nos dice Victoriano, para que ellos (ellos los dos) puedan seguir reflexionando hasta mediados de junio si quieren o no estar en la foto de las elecciones. Primer cilicio cerebral: Victoriano pretende convencer al respetable de que es bueno que el PNC no asista a la fiesta. De que es bueno para el PNC, para Coalición Canaria y para todo el mundo. Seguro que algo de razón no le falta, cuando la premisa es tan amplia. Segundo cilicio: Victoriano comprende la necesidad del PNC de hacer ejercicios espirituales, su retiro en soledad (perdón, quise decir en pareja) y la busqueda de la ‘perfección’ nacionalista que han iniciado los dos protohéroes del PNC, martíres del nacionalismo del presente pasado/futuro. Tercer cilicio: en su busqueda de la perfección nacionalista, Victoriano entiende que el PNC necesita tiempo para decidir entre Dimas y Fonfín o el resto. Bueno, también José Miguel González necesita su tiempo para optar entre Honorio y los demás. Aquí cada cual se coge el tiempo que le hace falta.
Porque con tiempo se hace camino. De perfección.

Colchón:
Escrivá de Balaguer era partidario de ponerse él y los suyos los cilicios, mientras Victoriano y sus apadrinados lo que pretenden es ponérnoslos a los demás. En el cerebro