a babor

Ese ave migratoria de la política canaria que es Fernando Fernández encontró el arbol en el que aposentar su nido cuando recaló en el PP. Lo hizo después de abandonar el CDS para pastorear en los campos yermos de un centrismo inventado por él y que ni siquiera su segundo Oscar Izquierdo pudo creerse. Salió de la aventura gastando el nombre de ‘Unidad Canaria’, un partido cuya única pretensión fue la de fastidiar a Olarte y recordarle que los nombres -como las ideas- no tienen propietario conocido.
Cuando Fernández se refugió a la sombra del PP, los plumiferos nos felicitamos por el profundo descanso que habría de suponer para nuestras gastadas neuronas el no tener que ocupar ni un átomo de materia gris en elucubraciones sobre el destino futuro del afiliado de base en que el doctor había decidido convertirse por fin.
Ilusos. Fuimos unos ilusos: primero se convirtió don Fernando en el único eurodiputado canario capaz de entenderse con la Comisión en cuatro idiomas y además en el lenguaje gestual de los sordos, lenguaje que en Europa domina todo el mundo. Luego, después de recuperarse de un susto coronario, decidió don Fernando empezar a ocuparse de los asuntos del PP por aquí abajo.
Sin prisa pero sin pausa, sin hacerse notar, pero haciéndolo de nota… con zorruna precisión, repartió un par de consejos en los oídos adecuados y acabó minando el espíritu poco bravo de Bravo hasta convencerle de acabar con la vida política del díscolo Nacho González. Bravo consumó el infanticidio sin darse cuenta de que él mismo segaba la hierba bajo sus pies. Apenas ha pasado un año, y es ahora cuando Bravo descubre que Fernando Fernández en el Partido Popular es algo más que esa anécdota en prejubilación por la que el muy sibilino doctor quiere hacerse pasar: de hecho, don Fernando resulta hoy por hoy una suerte de candidato alternativo al propio Bravo, un candidato que cuenta además con la simpatía y el apoyo de un montón de gente importante en Génova. Un candidato que podría reinventar para el PP ese tandem generacional y territorial que Bravo y Nacho González representaban, abrazando ahora con Soria un proyecto que implique a chicharreros, palmeros, majoreros y grancanarios: el viejo proyecto de poder de Fernando Fernández.
Bravo percibe ahora que los problemas no le van a venir de Nacho González (anda Nacho haciendo un master sobre las ventajas de volver sin ruido), ni de Soria ni de ninguno de los jóvenes y ambiciosos túrcos de la nómina conservadora. Si alguien puede hacerle la cama a Bravo, ese alguien es precisamente don Fernando. Y no va a bastar con una pobre invitación a comer para evitarlo. Aunque pague Bravo.

Colchón:
Sin prisa pero sin pausa, sin hacerse notar, pero haciéndolo de nota… con zorruna precisión, don Fernando reparte consejos en los oídos adecuados