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En su libro ‘Enamoramiento y amor’, Francesco Alberoni describe las diferencias entre el enamoramiento reciproco, que el define como «el reconocimiento de dos personas que entran en un estado naciente de la consciencia amorosa», y el amor estable entre dos personas que recrean su relación como proyecto duradero, como institución. Según Alberoni, psicólogo italiamo autor de varias obras divulgativas sobre la amistad, el erotismo y lo privado, el enamoramiento, como estado naciente del amor, se produce siempre entre dos personas que entrevén el éxtasis absoluto, una fuerza trascendente a través de la cual pasa la vida en su integridad.
En el enamoramiento se genera un impulso muy intenso hacia la fusión de ambos individuos, pero el enamoramiento no es en sí mismo esa mera fusión. Las personalidades no desaparecen. Por lo demás, los dos enamorados no se conocen realmente, ni siquiera saben si de verdad están enamorados, porque son incapaces de identificar lo que sienten. Y sobre todo, ninguno de los dos sabe con certeza si el otro lo ama. En el enamoramiento, la reciprocidad necesita ser afianzada. Pero no sobre la base del mito del amor romántico. Rubin Isaac Michel, ilustre catedrático de la UMI, describe en ‘The social psychology of romantic love’, el amor romántico como un estado de contínua felicidad sin conflictos, una especie de fusión mistico-amorosa monogámica, recreado ilusoriamente por la cultura de masas y el cine. Se trata de un estado adolescente, que se eclipsa con la madurez, para ser sustituido por lo que él define como ‘amor maduro’.
La realidad de un amor que avance hacia la estabilidad institucional, no tiene nada que ver con ese estado místico descrito por Michel. Se identifica más bien con una relación ardua y compleja, en la que conviven la infidelidad y el choque violento de voluntades, rondando a veces situaciones de no retorno. En ese estado amoroso, que Denis de Rougemont califica de ‘amor final’, la vida amorosa se construye sobre la negación, los celos, el hastío y la desmotivación. Las relaciones adultas se debaten en una tensión permanente entre la búsqueda de la imposible compensación erótica, la administración del patrimonio ganancial y la ‘colocación’ de los hijos. El ‘amor’ maduro (si es que merece ese nombre) se disfruta en el diario combate, en la pelea y la renuncia, pero muy especialmente en el éxito de una administración feliz para la familia y para quienes dependen de ella.
Y es en esa búsqueda del éxito donde está la clave que permite pasar por adolescentes enamorados -y a veces a la greña- a la pareja (de hecho) que forman Mauricio y Bravo.
Colchón:
Las relaciones adultas se debaten en tensión entre la búsqueda de compensación erótica, la administración del patrimonio ganancial y la ‘colocación’ de los hijos