a babor

Pobre Mauricio: sale en defensa de José Miguel Bravo, y hasta el mismo Bravo le dice -muy respetuosamente, eso sí- que haga el favor de meterse en sus propios asuntos. Fue anteyer, durante la inauguración de la Feria, cuando los periodistas le preguntaron al presidente del Parlamento por las declaraciones de Mauricio en las que éste aseguraba que Ignacio Gonzalez conspira contra Bravo. Mauricio había dicho que las informaciones sobre los encuentros de Bravo con Televisa estaban siendo filtradas por el consejero González para perjudicar a su jefe. Bravo negó que González censurara su encuentro con Televisa, y explicó que la ropa sucia de los partidos debe lavarse en casa, sin interferencias de líderes y dirigentes de otras fuerzas políticas. «Cada mochuelo a su olivo», dijo.
Ocurre que desde hace más de un mes, coincidiendo con la publicación de una durísima carta del hijo de Bravo de Laguna en la que se críticaba sin demasiada criptícidad ni remilgos a Ignacio González, la situación de tensión entre el presidente regional del PP y su segundo se ha convertido en asunto de generalizado cotilleo. Y no sólo en las redacciones: antes de Semana Santa los diputados socialistas daban por cesado a Ignacio González para el Domingo de Resurección. La última sesión plenaria del Parlamento se cruzaban apuestas entre sus señorías y los periodistas sobre el peso específico de Bravo y su segundo en Génova, con precisa adjudicación de apoyos y odios: «Bravo cuenta con el apoyo de Rajoy, que es un ministro muy fuerte, pero a Nacho le defiende Aceves, que es el que manda en estas cosas», «Lo importante es si Alvarez-Cascos se decide o no a intervenir», «Bravo ha ido a Madrid ya tres veces», y así hasta el aburrimiento. En el entorno de Presidencia del Gobierno juraban que Bravo había pedido a Hermoso la cabeza de su consejero de Presidencia, y en el mismo entorno lo desmentían categóricamente apenas un rato después. Y así hasta anteayer, cuando saltó la especie de que Bravo estaba en Madrid, en reunión de ejecutiva, exigiendo el pellejo de su secretario regional para colgarlo de un palo y secarlo al sol.
Ha sido la crónica de una crisis anunciada por todos -incluyendo a Bravo, que reconoció publicamente la existencia de diferencias con Ignacio González- pero que no llega a materializarse, quizá porque no puede materializarse sin que el PP se rompa en Canarias. Y eso es algo que a nadie del PP -ni en Génova ni aquí- le interesa. Aunque a lo peor sí le interesa a Mauricio. Por eso Bravo ha tenido que pedirle que se calle.

Colchón:
La situación de tensión entre el presidente regional del PP y su segundo se ha convertido en asunto de generalizado cotilleo. Y no sólo en las redacciones.