a babor

Soria recibió el otro día a Miguel Cabrera y a Guillermo Guigou. Ambos dos por su cuenta, más Manolo Fernández y Alfonso Soriano por la suya, son las cuatro cabezas del sindicato de damnificados del PP tinerfeño. Si fueron a ver a Soria en procesión, es porque sospechan que el alcalde tiene cada día más ganas de guerra y menos compromisos para no declararla.
Resulta que el congreso regional del PP es a finales de septiembre y a Soria le tienta cada vez más darle un susto a su antiguo mentor Bravo. No creo que Soria esté pensando en una confrontación abierta -es de natural prudente-, pero pienso que aspira a ‘recolocar’ las fichas de la ejecutiva regional de forma que el peso electoral del PP en Las Palmas este mejor representado en la dirección de los conservadores canarios. Soria aspira también a sustituir en la ejecutiva a algunos de los hombres y mujeres más gastasos del viejo equipo de Bravo, y a colocar sus propios peones. Y ayudarle en eso es precisamente lo que le ofrecen Guigou y Cabrera.
Antes de cualquier congreso, son normales estos escarceos, que en los partidos con vocación y presencia regional, suelen multiplicarse entre comités y grupos de distintas islas, para sumar el número mayor de compromisarios. Ese proceso de ‘regionalización’ de las conspiraciones precongresuales tiene una enorme importancia en los partidos mal llamados ‘españolistas’, mientras que no se produce en absoluto en las formaciones nacionalistas: algún día alguien tendrá que analizar por qué.
Pero a lo que vamos: Cabrera y Guigou pertenecen al equipo de quienes discuten en Tenerife el mando en plaza de Ignacio González padre. Cabrera protagonizó un sonado rifi-rafe cuando hizo imponer su nombre en las candidaturas al Congreso, frente a la posición del PP tinerfeño, partidario de cambios. Y la historia de los enfrentamientos de Guigou con la ejecutiva insular tinerfeña a cuenta de los pactos municipales con Miguel Zerolo es un Guadiana cuyo curso aparece y desaparece, y que sólo la eleccón de Guigou como Director General de Drogodependencias logró silenciar. El peso de Cabrera y Guigou en Tenerife es bastante escaso, si se mide con el que hoy tiene -en Tenerife y en otras islas de la región- la estructura montada por Nacho González y su padre. Si lo que Soria quiere es armar ruido en el Congreso, Cabrera y Guigou le pueden venir muy bien. Pero si pretende apostar por una renovación profunda en la dirección del PP canario, quizá debiera plantearse buscar aliados más solventes. Y a lo mejor los encuentra a la sombra de Bravo.