a babor

Olarte ataca de nuevo: después de semanas de negociaciones por ahí arriba y de encuentros, contactos y escarceos varios por aquí abajo, Olarte ha puesto el dedo en la llaga con una afirmación que deja bastante en su sitio el estado actual de la cosa.
Dice Olarte -asistido por toda la razón del mundo- que los nacionalistas están haciendo una concesión notable a sus colegas del Partido Popular canario, al negociar con ellos asuntos que sería más facil resolver peleando directamente con los cancerberitos de la calle Génova.
Y es que a Génova hay un montón de cosas en relación con Canarias -la mayoría, aparte de la pregunta ya contestada de qué votarán los cuatro diputados canarios- que se las traen mismamente al fresco. Por ejemplo: bastante al fresco debe traérselas quien será el mandamás en Binter Canarias en esta etapa. Y más al fresco todavía quienes ocuparán las poltronas de la autoridad portuaria en ambas provincias, sobre todo si al final se produce la transferencia de puertos a la Comunidad Autónoma, tal y como se ha pactado entre Génova y la CoCa. Cierto que tampoco debe preocupar un comino en Génova si Nacho González entra al final en Trabajo, o en Industria o en Presidencia; si Pepe Jimenez se cuela o no en Obras Públicas o si la entrada del PP en el Gobierno regional sirve o no para reducir el numero actual de viceconsejerías.
Génova ha aceptado tradicionalmente una cierta autonomía del PP en los asuntos que no afectan directamente a Madrid. Pero de en las cuestiones nacionales -siquiera tangencialmente nacionales- no han dejado pasar ni la mínima. Un par de recordatorios: a.- no permitieron a la dirección tinerfeña imponer sus candidatos al Congreso de los Diputados, precisamente explicando que desde Madrid no interferían en la confección de listas regionales y locales. Y b.- mandaron formalmente a la basura la propuesta de Bravo para el acuerdo con los nacionalistas, imponiendo estrategia y condiciones.
Esa es la actitud: Madrid no intervendría nunca en las negociaciones del reparto del pastel en Canarias, pero dificimente aceptará que el PP de las islas cree conflictos en algo que no es competencia directa del PP de aquí, como los nombramientos en las empresas públicas estatales o en una administración periferíca más o menos a extinguir.
Olarte acierta de pleno al hablar de «notable concesión» a los dirigentes canarios del PP. Porque precisamente de eso se trata. Y a estas alturas de la película, con Aznar ya dentro de Moncloa, tampoco es cuestión de que el PP canario se lo haga de aguafiestas. Con mayor o menor disimulo, el PP es conscienter de que Aznar va a ser un presidente cautivo. También lo fue en su primera legislatura en Castilla-León y a pesar de ello logró mayoría en la segunda. Esa es la apuesta de Génova. Y para ganar esa apuesta tengo para mí que están dispuestos hasta a cambiar duros a cuatro pesetas, y más en lo que al PP canario se refiere.
Osea: Olarte ha puesto el dedo en la llaga.