a babor
Que no se ponga nadie nervioso, que no se suiciden los asesores de imagen de Aznar, que vuelva el alivio a la bolsa… la derecha gobernará el país dentro de un mes o dos o a lo sumo dos y medio. Pero lo suyo es que se la pasen negociando y sufriendo hasta el mismísimo límite de la investidura y un par de semanas más. Antes de que Aznar sea presidente, Pujol va a hacerle pasear al monito por las mismísimas Ramblas, arriba y abajo, hasta que se aburra. Pero al final, ya verán que se ponen de acuerdo y Ansón puede respirar tranquilo el hombre.
En una región acostumbrada a la pactancia y el conciliabulo como es la nuestra, nadie debería soprenderse porque el candidato sin mayoría tenga que purgar su penitencia postelectoral en forma de particularísmo via crucis. En el resto de España, las gentes no han tenido la oportunidad de presenciar un buen encaje de bolillos prepacto. Aquí estamos cansados de verlo. De hecho, hemos convertido el trasiego de los pactos en un espectáculo con gran arte, en el que somos expertos. No sólo conocemos su puesta en escena: a fuerza de vivir pactos, contrapactos, repactos y rupturas, en Canarias nos hemos familiarizado de tal manera con los gestos y la mímica del poder en minoría que ya no nos sorprende nada. Y menos que nada que Guigou se coja vacaciones en plena crisis municipal en Santa Cruz de Tenerife.
Pobre Guigou: convencido de que el PP tendría mayoría absoluta en toda España, el hombre estaba dispuesto a pasarse por el arco de triunfo las recomendaciones de su partido en Canarias. Desde un par de semanas antes de las elecciones venía explicándolo a los periodistas: «el día después, con la mayoría, pacto con el PSOE y soy alcalde. En Madrid lo que les interesa es sumar capitales de provincia, y además ya lo tengo apalabrado con Aznar». Ese era el discurso, y de tanto repetirlo, don Guillermo acabó convenciéndose él y convenciendo hasta a los concejales socialistas de Santa Cruz. Convenció hasta al mismo Zerolo que el 2 de marzo pidió a su equipo que preparara las maletas para dejar la alcaldía.
Pero luego llego el 3-M y ni hubo mayoría absoluta, que era lo que esperaban en Génova, ni mayoría suficiente, ni siquiera mayoría por aproximación. Aznar necesita hoy hasta el último de los diputados disponibles para tirar del carro que ha de llevarle a Moncloa. Como entre los disponibles están los cuatro de la CoCa, Génova no está para bromas y ha decidido pasar del alcaldable Guigou y de sus sueños de gloria edilicia. Sin la protección de Génova, los enemigos de Guigou en casa (Nacho González y la plana mayor del PP tinerfeño), le han pedido que se vaya una temporadita de vacaciones y deje el asunto de Santa Cruz para mejores tiempos. Para dentro de tres años, por ejemplo, si es que le dejan intentarlo. Al final, esa mímica del pacto que tan bien sabemos interpretar en las islas ha sido señal bastante: suficiente para que Guigou se coja vacaciones y Zerolo deshaga las maletas.