José Manuel Soria, Carlos Soca y Grancisco Chavanel, en un momento del juicio celebrado este martes en la Sala de lo Penal número 2 de la capital grancanaria. [QUIQUE CURBELO-CanariasAhora.es]
Una insólita acumulación de casualidades llevó el martes al banquillo a Carlos Sosa y Francisco Chavanel. Porque es casual, sin duda, que Soria habitara un chalet de Esquivel y que éste, también casualmente, decidiera, poco tiempo antes de convocarse el famoso concurso eólico, crear una empresa para el menester. No fue casualidad, en cambio, que la empresa pública Megaturbinas de Arinaga se propusiera concurrir al mismo concurso y que posteriormente desistiera de hacerlo. Ésas son sólo cosas que pasan.
Lo casual fue que los tres socios públicos de Megaturbinas estuvieran controlados directamente por Soria: el Cabildo, en la medida que lo presidía él mismo con mayoría; la Consejería de Industria, por cuanto la regentaba su hermano Luis; y la Autoridad Portuaria, porque había puesto al frente a su fiel Arnáiz. Fíjense si fueron casuales las circunstancias que Soria, a pesar de su natural mandón y autoritario desabrido, juró no haberse interesado por la marcha de este asunto, ni, por tanto, ordenado, qué va, la retirada de Megaturbinas del concurso con la recomendación a esta empresa de pasarle información a la de Esquivel, creada ad hoc; casualmente. Sin embargo, Larry Álvarez dijo que era de sus temas de conversación con Soria. De forma casual, debo insistir.
A este bloque de casualidades se añade la del olvido de anotar en los libros de Atlantic Building, la empresa de Esquivel que se ocupa de los arrendamientos de sus inmuebles, los pagos de Soria por el uso del chalet. Los asumía personalmente el propietario. Bueno, no personalmente sino dejando ese cuidado a las respectivas esposas. Así, la señora de Soria iba todos los meses, cual abnegada madre de posguerra con el importe anudado en un pañuelo, a pagarle el alquiler a la de Esquivel, que se reservaba ese dinero para gastos de la casa. Nada ilegal, vaya por delante, y muy acorde con la acreditada pasión soriana por el cash; aunque llame la atención que un político en activo, hoy el consejero que nos vigila a todos en lo bueno y en lo fiscal, tolere semejante descontrol en su entorno. No es ilegal pero está feo, oye.
Se trata casualidades expansivas, como la mala hierba. Así, Luis Soria coincidió en Magdeburgo a Esquivel y juntos fueron a visitar con el embullito una fábrica de turbinas en fechas anteriores a la de celebración del concurso. Ahora, en sede judicial, ha reconocido el hermanísimo que se habían citado, lo que, ya ven, rompe la teoría de las casualidades; a la que vuelve la casual celebración de un contrato entre la Autoridad Portuaria y Esquivel por la que la primera pagaría al segundo cierta cantidad, caso de no ganar el concurso. El acuerdo fue anulado por lesivo para los intereses públicos.
Casualidad aneja fue la absolución de Francisco Cabrera, consejero que fuera de Megaturbinas, del terrible delito de acusar a Soria de imponer a la empresa la retirada del concurso. Lo dijo en la comisión parlamentaria de investigación y Soria se subió a las vigas del techo y lo amenazó con una querella. Una de las pocas veces que ha cumplido lo prometido y Cabrera fue al banquillo. Su absolución, al comprobar la sala que no mintió, no tuvo consecuencias para Soria, de lo que se deduce que la verdad importa menos que el tamaño del poderoso.
Considerando todas estas circunstancias casuales, cabría alegar aquello tan antiguo de que líquido, blanco y en botella es leche. Aunque sólo sea para fundamentar la sospecha de que el tetrabrik, de uso común hoy y que impide ver el contenido del envase, lo inventó algún político.
Podría extenderme en casualidades. Pero no es necesario porque ya Soria ha demostrado de sobra cuan equivocados están los periodistas que creen en que las casualidades no existen. Se trata de una regla de oro del oficio originada por alguna errata; quizá un salto de letras de modo que donde se dice de la inexistencia de “casualidades”, debería decirse que las realmente inexistentes son las “causalidades”; como acaban de establecer varios autos judiciales de archivo de causas sorianas. No hay relación de causalidad, sino mera casualidad, entre el viaje al salmón y lo de Anfi; ni entre la grabación ilegal a Benítez Cambreleng y el reportaje de Época. Total, que Carlos Sosa y Francisco Chavanel cometieron el mismo error de aquel preso que decía estar en la cárcel por una letra: le encargaron una estufa e hizo una estafa. Y dice Soria que eso se paga con cárcel y una indemnización que le resarzan del dinero que pierde por su dedicación a la política. Un sacrificio que no nos merecemos.
aleman@canariasahora.es
Las caras, fíjense en las caras de los tres. Uno de los tres necesita vacaciones ¡¡¡ ya!!! A ser posible en uno de esos hoteles de lujo que tienen spa. Tenemos que hacer una colecta, se admite calderilla o lo que cada uno pueda dar.
chavanel quiso ser «jeque en lugar del jeque», pero el que fuera maximo accionista de canariasahora, caco henriquez, le constestó que el sillon de director no estaba libre; y mientras c. sosa ha seguido en su particular cruzada contra soria y sus manejos, chavanel vuelve el mundo del revés y acusa a sosa, no de nada en concreto, sino de lo su rencor le inspire en cada momento
Pues vale
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.
La tierra no revive, el campo sueña.
Al empezar abril está nevada
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas.
II
Las tierras labrantías,
como retazos de estameñas pardas,
el huertecillo, el abejar, los trozos
de verde obscuro en que el merino pasta,
entre plomizos peñascales, siembran
el sueño alegre de infantil Arcadia.
En los chopos lejanos del camino,
parecen humear las yertas ramas
como un glauco vapor ?las nuevas hojas?
y en las quiebras de valles y barrancas
blanquean los zarzales florecidos,
y brotan las violetas perfumadas.
III
Es el campo undulado, y los caminos
ya ocultan los viajeros que cabalgan
en pardos borriquillos,
ya al fondo de la tarde arrebolada
elevan las plebeyas figurillas,
que el lienzo de oro del ocaso manchan.
Mas si trepáis a un cerro y veis el campo
desde los picos donde habita el águila,
son tornasoles de carmín y acero,
llanos plomizos, lomas plateadas,
circuidos por montes de violeta,
con las cumbres de nieve sonrosado.
IV
¡Las figuras del campo sobre el cielo!
Dos lentos bueyes aran
en un alcor, cuando el otoño empieza,
y entre las negras testas doblegadas
bajo el pesado yugo,
pende un cesto de juncos y retama,
que es la cuna de un niño;
y tras la yunta marcha
un hombre que se inclina hacia la tierra,
y una mujer que en las abiertas zanjas
arroja la semilla.
Bajo una nube de carmín y llama,
en el oro fluido y verdinoso
del poniente, las sombras se agigantan.
V
La nieve. En el mesón al campo abierto
se ve el hogar donde la leña humea
y la olla al hervir borbollonea.
El cierzo corre por el campo yerto,
alborotando en blancos torbellinos
la nieve silenciosa.
La nieve sobre el campo y los caminos,
cayendo está como sobre una fosa.
Un viejo acurrucado tiembla y tose
cerca del fuego; su mechón de lana
la vieja hila, y una niña cose
verde ribete a su estameña grana.
Padres los viejos son de un arriero
que caminó sobre la blanca tierra,
y una noche perdió ruta y sendero,
y se enterró en las nieves de la sierra.
En torno al fuego hay un lugar vacío
y en la frente del viejo, de hosco ceño,
como un tachón sombrío
?tal el golpe de un hacha sobre un leño?.
La vieja mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa.
Desierta la vecina carretera,
desierto el campo en torno de la casa.
La niña piensa que en los verdes prados
ha de correr con otras doncellitas
en los días azules y dorados,
cuando crecen las blancas margaritas.
VI
¡Soria fría, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!
¡Muerta ciudad de señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
de galgos flacos y agudos,
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas!
¡Soria fría! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.
VII
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!…
VIII
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria ?barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra?.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
IX
¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza